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  PERSEVERANCIA   Despu é s de haber vivido sucesivas celebraciones lit ú rgicas, desde Navidad hasta Pentecost é s, como una secuencia de emotivos memoriales capaces de hacernos resurgir momentos de alegr í a, de dolor, de victoria, de gozo, etc … Ahora, iniciamos un periodo denominado “ tiempo ordinario ” . Este t í tulo, poco sugerente, comprende m á s de veinte semanas de cotidianidad y sencillez, a excepci ó n de algunas solemnidades, como la Sant í sima Trinidad, el Cuerpo y Sangre de Cristo, la Asunci ó n y Cristo Rey. Anal ó gicamente puede suceder en el transcurso de la vida espiritual personal. Despu é s de momentos transformadores, de experiencias inolvidables del amor de Dios, de superar situaciones de dolor con la fuerza del Esp í ritu Santo, etc … , llega el “ tiempo ordinario de la vida ” . É ste, a ú n teniendo rasgos rutinarios, desde la peque ñ ez y sencillez diaria nos concede la oportunidad de crecer humana y espiritualmente, como quien, lentamente, paso a paso,

TEMPLOS DEL ESPÍITU SANTO

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  San Pablo nos muestra, en el comienzo de su carta a los Romanos, la existencia de una relaci ó n con Dios a nivel espiritual cuando escribe: « Dios a quien venero en mi esp í ritu predicando el evangelio » (Rm 1,9). No se trata de una realidad exclusiva en é l, sino extensible a todo cristiano, como podemos entender de otro texto: « Mas vosotros no est á is en la carne, sino en el esp í ritu, ya que el Esp í ritu de Dios habita en vosotros » (Rm 8,9). Por tanto, somos un habit á culo sagrado. Se trata del mismo Esp í ritu Santo que ha querido unirse a nuestro esp í ritu como prueba de que hemos sido adoptados, convirti é ndonos en hijos de Dios (cf. Rm 8,16). Desde esta posici ó n privilegiada, recibida por gracia, obtenemos infinidad de beneficios espirituales, como que « el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Esp í ritu Santo que nos ha sido dado » (Rm 5,5). Con toda su grandeza, obsequios, bendiciones, ayudas y su presencia ininterrumpida, el Esp í rit

INVITACION AL AMOR DE DIOS

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  El grupo de oración carismático, cuya propiedad no puede aplicarse a nadie más que a Dios, es uno de los lugares idóneos, si funciona correctamente, para experimentar el amor de Dios. No se atribuye a ninguna persona humana como fundadora de este movimiento. Es una gracia de Dios, por su Espíritu Santo. Aquí, quien preside y convoca no es una junta de gobierno sino Jesucristo. Por este motivo, el hecho de asistir no es casualidad;  es el Espíritu Santo quien te llama hasta aquí valiéndose de cualquier medio: una vecina, familiar, anuncio…  Se trata de una llamada a la puerta de tu corazón. Lo más importante, independientemente del estado en que te encuentres, es tener sed, necesitar algo más, no conformarse con lo vivido hasta ahora:  «Al que tenga sed le daré a beber del manantial de agua de la vida sin que le cueste nada» (Ap 21,6). Al asistir al grupo uno puede encontrarse eufórico y satisfecho porque, en esos momentos, las cosas le van bien. Pero, quizás, puedes sentirte frío y s

¿QUÉ BUSCÁIS?

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La magnitud de una vida llena de necesidades nos conduce hacia búsquedas sin cesar por diversas realidades, desde el mismo instante en que nacemos. Desde lo material, pasando por lo emocional o sentimental, hasta lo espiritual, existe un mundo de posibilidades cuya acertada elección es fundamental para el correcto desarrollo del individuo como persona física y espiritual. Nuestra vida debería evolucionar correctamente en todos los sentidos y durante todas sus etapas. En nuestros primeros años las necesidades y dependencias terrenales adquieren una proporción importante. Nuestra búsqueda, y la de nuestros padres, consiste en aportar alimento para el cuerpo y conocimiento intelectual. Todos desean que sus hijos sean fuertes, sanos y tengan los recursos necesarios para sobrevivir, sino triunfar, en el mundo. A todo esto, cuando los progenitores son cristianos, también se aporta una iniciación a la vida espiritual cuya intención es proporcionar herramientas para saber elegir el camino co

Jesús el Señor de la Vida. P. Emiliano Tardif, años 80

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EL ESPÍRITU SANTO ORDENA EL CAOS

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  La hermosura de Dios, coronada por la santidad, nos cautiva por su perfecci ó n en todo lo que É l es. No hay nada que en Dios no sea perfecto. As í mismo, desde la perfecci ó n de su amor desea conducirnos hacia el gozo de vivir en su plenitud. Por este motivo, entre otras cosas, nos exhorta: « Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que est á en los cielos es perfecto » (Mt 5,48). ¿ C ó mo alcanzar este prop ó sito en el desconcierto de nuestras vidas? A lo largo de la econom í a de la salvaci ó n y por la Palabra de Dios hemos recibido unos preceptos cuya misi ó n consiste en orientarnos por el camino a la perfecci ó n. Aquella Ley Santa (cf. Rm 7,12) y buena (cf. 1Tm 1,8) que nos sirve de referencia fiable para ser capaces de identificar lo justo, santo y bueno (cf. Rm 7,12), y as í poderlo aplicar a nuestras vidas obteniendo bendici ó n (cf. St 1,22-25), tan s ó lo era « una sombra de los bienes futuros » (Heb 10,1). De hecho, por medio de la Ley buena se descub