TIEMPOS DE GETSEMANÍ
Algo trascendental y de vital importancia
sucedió en un huerto llamado Getsemaní cuando los cuatro evangelistas quisieron
dejar constancia de aquel intenso momento. En aquellas complejas horas
convergen una serie de elementos centrados en la Persona de Jesús quien, como
siempre, nos da un perfecto ejemplo de cómo actuar, tanto a nivel personal como
social.
Cuando Jesús necesitaba más apoyo de los
suyos, recibió abandono y soledad. Por un lado no le apoyaron espiritualmente; los
suyos se quedaron dormidos (cf. Mt 26,40.43). Por otro lado no le acompañaron
físicamente; cuando fue arrestado «todos los discípulos lo abandonaron»
(Mt,26,56). Realmente, a Cristo, después de haber entregado su vida para sanar
y salvar a otros, lo dejaron solo cuando necesitaba el apoyo de los discípulos supuestamente más fieles; «Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a
sentir pavor y angustia. Y les dice: mi alma está triste hasta el punto de
morir; quedaos aquí y velad. (Mc 14, 33-34)). La famosa traición de Pedro, al cantar
el gallo (cf. Mc 14,66-72), sólo fue la punta de un gran iceberg de traiciones.
¿Dónde estaban los que acudían a Él en las fiestas y alegrías?. La debilidad
humana sometida a la pereza, el miedo y la incapacidad para interpretar la
relevancia del momento, bloquearon todo ápice de fidelidad al Maestro.
También, según numerosos testimonios de
líderes cristianos, una de las experiencias por las que generalmente pasan muchos
santos es la soledad. En momentos cruciales no siempre es fácil encontrar apoyo
intercesor; cuando se necesita iniciar un nuevo proyecto parece materializarse
la parábola de los comensales que no se presentaron al banquete de bodas (cf.
Mt 22) y ya sea por pereza, miedos o la falta de entendimiento, muchos
proyectos cimentados en la visión de un instrumento de Dios pasan por esta dura
experiencia de la soledad. Unos lo llaman tiempo de maduración, otros de
discernimiento, otros traición, etc…
Como «el discípulo no es más que su
maestro» (Mt 10,24), de igual modo que a Jesús le traicionaron los más
cercanos, a los cristianos nos puede suceder de forma semejante. Seguro que
muchos podrían dar testimonio de ello. A
veces, quien más recibe más traiciona.
Más allá del ministerio de los cristianos,
la soledad se ha convertido en una plaga de la sociedad moderna,
independientemente de sus creencias. Siempre se unen la deficiente vida
espiritual con el abandono presencial para dar lugar a omisiones que generan desamparo.
Ciertamente, el mundo está experimentando su propio tiempo de Getsemaní cuando
se está desamparando y eliminando a los indefensos y dependientes, desde la más
pura inocencia del no nacido hasta la bellísima experiencia del anciano,
pasando por millones de refugiados, hambrientos, explotados, abusados, etc… Los
cuales no cesan en su clamor de socorro. Jesús continúa llamando a sus
discípulos, supuestamente más fieles, para estar a su lado, tanto de forma
espiritual, como humana a través de aquellos que claman auxilio.
Como es lógico pensar, el abandono genera
sufrimiento y angustia. hemos oído que Jesús sudó sangre (cf. Lc 22,44) y esta
expresión se ha convertido en una frase hecha para ocasiones análogas. En estos
tiempos de Getsemaní mundial, la humanidad no solo suda sangre sino que se está
desangrando. Pero, así como Jesús sufrió siendo plenamente conocedor de la
profunda realidad y significado de los acontecimientos, y ofreciéndose
voluntariamente para cumplir la voluntad de Dios, en nuestros días, millones de
personas sufren y mueren sin sentido, sin misión, sin piedad… sin saber el por
qué.
Es revelador conocer la etimología de la
palabra Getsemaní para encontrar la salida. No se trata de una salida, entre
varias posibilidades, no. ¡Sólo hay una salida!. Pues bien, el origen de
Getsemaní es una palabra aramea cuyo significado es “prensa de aceite”. Esto
evoca a la maravillosa parábola de las diez vírgenes (cf. Mt 25,1-13), donde
las prudentes se proveyeron del aceite necesario. En este legendario huerto con
olivos que generan el aceite para la vida material, Jesús se abasteció del
aceite sobrenatural para superar victoriosamente el tiempo de lucha.
En la actualidad, somos conocedores de
numerosas guerras en el mundo, aunque unas trasciendan más que otras. La de
Ucrania por su cercanía europea ha sido cubierta periodísticamente con imágenes
y testimonios de sufrimiento y crueldad que han entrado en nuestros hogares.
Lejos de buscar interpretaciones a tales hechos ni de interpretar el derecho a
la defensa propia, quisiera únicamente remarcar unas palabras del presidente de
Ucrania cuando pedía ayuda internacional. Él decía: “sólo pedimos tres cosas:
armas, armas, armas”. El mundo vive su Getsemaní y el diablo intenta aprovechar
los tiempos de flaqueza para generalizar la destrucción e iniquidad. Lleva las
situaciones al límite y ofrece falsas salidas para dilatar el sufrimiento.
Volviendo al Getsemaní original, la
situación se había vuelto prácticamente insoportable para Jesús. En su agonía
se evidencia la lucha contra la furia y poder de Satanás que aprovecha los
momentos de debilidad para atacar perversamente y sin piedad. Había llegado la
hora del poder de las tinieblas (cf. Lc 22,53). Y, ¿Cuál fue la solución?:
Oración, oración y oración.
La falta de apoyo y compañía, seguramente
por la necesidad humana de sentir la cercanía de los suyos, fue suplida por un
ángel que lo confortaba (c. Lc 22,43), al cual se le ha identificado por
algunas tradiciones como Egudiel, Miguel o Gabriel. ¡Dios no nos dejará solos
si acudimos a Él!
Mediante la oración Jesús llenó su lámpara
de aceite a rebosar, obtuvo consuelo divino y consiguió las fuerzas necesarias
para seguir adelante. En lugar de esperar resignadamente al enemigo, se levantó
con decisión y valentía, yendo al encuentro de sus captores. A ellos quiso
recibir, no con la espada (cf. Lc 22,51; Jn 18,10-11) sino con el poder de Dios
(cf. Jn 18,6). El amor lo llevó a la victoria de la Cruz usando las armas
espirituales y no las materiales.
Recordando las palabras inspiradas
escritas por Santiago: «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración» (st
5,13). Por eso es preciso orar sin cesar unos por otros para salir victoriosos de
tantos getsemani, personales, sociales, mundiales. ¡Nunca estaremos solos!
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