Los tres niveles de conocimiento del amor de Dios
«Que Cristo habite por la fe en vuestros
corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con
todos los santos cual es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad,
y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis
llenando hasta la total Plenitud de Dios» (Ef 3,17-19)
¿Quién no desea conocer este inmenso amor de
Dios?
La preciosa oración de San Pablo, a favor de los efesios, tiene grandes
pretensiones. Nada más y nada menos que conocer el amor de Dios en su plenitud.
De hecho, Pablo, parece contradecirse ya que desea que lleguen a conocer el
amor infinito de Cristo, aunque a continuación, como si se hubiera dado cuenta
de haber dicho algo imposible para nosotros en esta vida, añade estas palabras:
“que excede a todo conocimiento”. Por
tanto, ¿cómo se puede conocer algo que sobrepasa nuestra capacidad de
conocimiento? También, el Apóstol, nos da la solución. Se trata de ir
llenándonos progresivamente hasta llegar a la “total Plenitud de Dios”. No
vamos a analizar ahora cuando llegará esta total plenitud, aunque muchos ya se
lo pueden imaginar. Lo importante es darnos cuenta de que existe un amor
infinito y eterno que nos interpela, o mejor dicho, que llama a la puerta de
nuestro corazón. El amor de Dios tiene muchas formas de tocarnos, constituyendo
cada una de ellas un nivel de conocimiento diferente con sus respectivas
consecuencias. Es decir, Dios puede permitirme tener una experiencia de su amor
con una intensidad determinada. Esto me permite poseer un cierto conocimiento
que a su vez, cuando experimentamos la ausencia de esa experiencia de amor, se genera un anhelo de lo vivido llegando a
causar un dulce sufrimiento de amor. Porque, quien ha sentido el amor de Dios ya
no vuelve a ser el mismo, aunque no quiera admitirlo.
Para profundizar en este misterio me ayudaré
de unos textos de San Juan de la Cruz, quien dice: «Cuanto más el alma conoce a
Dios, tanto más le crece el apetito y pena por verle. Y, como ve que no hay
cosa que pueda curar su dolencia sino la presencia y vista de su Amado,
desconfiada de cualquier otro remedio, pídele en esta canción la entregue
posesión de su presencia» (C.E. 6,2). El conocimiento del amor de Dios crea santa y sana dependencia, y nada o nadie más que Dios puede satisfacer la sed éste infinito
amor.
Más adelante San Juan de la Cruz habla de
tres niveles distintos de conocimiento llegados por tres vías diferentes, los
cuales conllevan también tres niveles de sufrimiento, anhelo o añoranza. Literalmente encontramos estas palabras: «En este negocio de amor hay tres manera de penar por el Amado
acerca de tres noticias que de él se pueden tener» (C.E. 7,2):
1. «La primera se llama herida, la cual es
más remisa y más brevemente pasa, bien así como herida, porque de la noticia
que el alma recibe de las criaturas le nace, que son las más bajas obras de
Dios» (C.E. 7,2). Ya estamos en el primer nivel de conocimiento del amor de
Dios. A este grado se llega mediante lo que el santo llama las “más bajas obras
de Dios”, es decir, la creación material con su belleza y esplendor. Ciertamente,
contemplando la naturaleza y sus criaturas, podemos cuestionarnos muchas cosas,
llegando incluso a tener una cierta experiencia del amor de Dios (Cf. Rm 1,20).
Ésta, causa una herida, entendiendo por ello una cierta necesidad de lo
experimentado, de manera que cuando ya ha pasado el precioso momento se crea un
pequeño malestar en la persona debido a la huida fugaz de aquel instante tan
bonito, queriendo volver a repetirlo. Pasada esta vivencia la persona puede
progresar hacia el conocimiento del amor de Dios o puede olvidarlo todo
volviendo a su rutina mundana. Esta herida de amor es muy sutil y como dice el
santo: “brevemente pasa”. Con demasiada facilidad muchas personas olvidan
rápidamente estas experiencias y no dan pasos hacia Dios aún habiéndolas tocado
suavemente con su amor.
2. «La segunda se llama llaga, la cual hace
más asiento en el alma que la herida, y por eso dura más, porque es como herida
ya vuelta llaga [...] Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de
las obras de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser
mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las
criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor» C.E. 7,3). Hemos pasado al
segundo nivel del conocimiento del amor de Dios. Éste nos llega a través del
anuncio y predicación de las grandes obras de Dios. Cuando alguien conoce “las
obras de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe” es debido a una
predicación, catequesis, o algún otro tipo de formación cristiana. Es muy
importante que exista unción en la
persona que da el anuncio para que el Espíritu Santo toque los corazones y haga
nacer la fe necesaria (Cf. Rm 10,17) que posibilite acceder a este nivel de
conocimiento. Si este anuncio es aceptado y cala en el corazón, el amor de Dios
realiza un toque más intenso. San Juan lo llama “llaga” porque produce mayor
dependencia y más sufrimiento cuando se experimenta su ausencia. Aún así, la
llaga puede cicatrizar pudiéndose convertir en un callo. Puede ser que hayamos
conocido personas que llegaron a este nivel del amor de Dios y durante un
tiempo hayan sido buenos cristianos, pero por algún motivo dejaron enfriar su
fe y el sufrimiento causado por la ausencia del amor de Dios, anhelado por su
corazón, haya sido substituido por otras cosas que hicieron convertir la llaga
en duricia. Tristemente, y con demasiada frecuencia, ocurren estas cosas aún
habiendo llegado a este nivel. Desearía que mi amado lector no fuera uno de
ellos, aunque si así lo fuera, quizás estas palabras sean un nuevo llamado del
amor de Dios que te está esperando.
3. «La tercera manera de penar en el amor es
como morir, lo cual es ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda
afistolada, la cual vive muriendo, hasta que matándola el amor, la haga vivir
vida de amor, transformándola en amor. Y este morir de amor se causa en el alma
mediante un toque de noticia suma de la Divinidad, que es el “no sé que”» (C.E.
3,4). Hemos llegado al tercer nivel. Dios
se da a conocer de una manera muy superior a las anteriores. Se trata de algo
que sobrepasa la capacidad humana por eso san Juan lo llama un “no sé que”. Un
poco más adelante, en su texto, Juan añade: «en aquel sentir siente tan alto de
Dios, que entiende claro se queda todo por entender» (C.E. 3,9). Acabamos de
llegar al mismo lugar donde se encontraba san Pablo. En este nivel de
conocimiento de Dios el alma ya no está ligeramente herida, ni llagada, sino
que muere de amor por Dios. La experiencia llega a ser tan sublime que no hay
vuelta atrás. Sólo hay una salida: la muerte. Voy a explicarme: Si por algún motivo
la persona se queda sin volver a encontrar el amor que la ha transformado se
siente morir debido a su necesidad, pues aquello era el único motivo por el
cual vivir. Si alguien voluntariamente rechazara a Dios habiendo llegado a este
nivel, su vida se convertiría en muerte irremediablemente. Quien ha
experimentado el amor de Dios está muerto sin él, y lo más triste es que sabe
la causa del sufrimiento que siente. La última forma de muerte es positiva ya
que se refiere a una transformación del ser. El Amor da muerte al hombre
pecador y egoísta transformándolo en “vida de amor”, o simplemente en amor. Se
trata, entonces, de “irnos llenando del amor de Cristo hasta ser transformados
y llenos de la total Plenitud de Dios” (Cf. Ef 3,19). O como decía san Pablo:
«no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi» (Ga 3,20). También podríamos
decir: no vivo yo, sino que es Dios, el Espíritu, el Amor quien vive en mi.
Bien, No se si he llegado a explicarme
correctamente para que mi amado lector comprenda el mensaje. Me gustaría que
nos fijáramos en el tercer nivel. Supongo que lo deseamos todos, y si alguien lo
ha alcanzado, querrá más, porque llegados a este punto el alma se siente morir
sin el Amor. Ya sabemos que toda alma muere sin Dios o sin su amor, pero otra
cosa es que se de cuenta de ello. Aquí, en este nivel, hay plena consciencia de
ello.
Analicemos un poco el recorrido y a donde quiero
llegar. En el primer paso tenemos un ligero conocimiento del amor de Dios,
luego, en el segundo, encontramos algo más intenso. Estos dos niveles nos
llegan a través de mediaciones creadas por Dios, ya sean toda clase de seres o cosas
creadas, con su belleza y esplendor, como por medio de otras personas o incluso
ángeles. De esta manera se puede alcanzar un buen nivel de conocimiento del
amor de Dios, y de hecho muchos cristianos no van más allá en toda su vida.
Ahora bien, el último nivel solo podemos obtenerlo por acción directa de Dios,
sin intermediarios. ¿Cómo? Con ADORACIÓN.
Pidamos a Dios que nos enseñe a adorarle como
a él le agrada, que nos muestre el camino para poder «comprender con todos los santos
cual es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad»
de su Amor.
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