QUE NADIE TE LO QUITE
«El Reino de los
Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un
hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que
tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un
mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran
valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,44-46)
¡Glorioso tesoro!, el que encontraron estos
dos hombres. Hubo un antes y un después en sus vidas. Nada siguió igual una vez
encontrado el tesoro. ¿y tú, has
encontrado el tesoro que ha transformado tu vida?.
Observamos dos personajes en esta parábola
compartiendo dos elementos en común: Ambos encuentran un tesoro, y ambos venden
todo lo que tienen para conseguirlo.
Ahora bien, estas dos historias paralelas que
Dios nos muestra en esta parábola tienen también dos elementos que los
diferencian: Un encuentro por sorpresa con el tesoro y otro largamente buscado.
1. Encuentro por
sorpresa. El
primer caso habla de un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo.
Si estaba escondido hay que suponer que no esperaría encontrarlo. Pero también
podríamos suponer que ese hombre estaba trabajando el campo, o quizás
pastoreando las ovejas. Alguna labor debería estar haciendo cuando algo
escondido fue descubierto. No fue suerte, sino el fruto de un trabajo. Esta situación podemos aplicárnosla hoy en
día a nosotros. Cuantas veces las personas se dedican a trabajar en diferentes
campos del mundo sin pensar en ningún momento que pueden encontrar algo que les
cambie la vida. Sus días fluyen inmersos en la misma rutina continua. Esto, que
es muy típico en las cosas mundanas, lastimosamente también puede serlo en los
trabajos que podamos hacer para Dios, en su Viña. Esta viña tiene un tesoro
escondido esperándonos, y no saldrá a la luz hasta que se el terreno sea bien
removido. Muchos cristianos trabajan el campo de la Viña con mucho empeño,
sinceridad, dando lo mejor de sí mismos, pero su vida no ha cambiado. Si no
desfallecen y continúan removiendo la tierra con una voluntad firme llegarán a
desenterrar el tesoro escondido. Dios quiere que lo encuentren aunque
desconozcan su existencia.
2. Encuentro
largamente buscado.
El otro personaje es un mercader que sabe lo que busca. Conoce la existencia
del tesoro, el cual lleva mucho tiempo buscando. Cuando encuentra la mejor
perla que haya podido “conocer” en su vida le provoca un cambio radical. Aquel
mercader, ¿Podría suponer, que lo que de alguna manera sabía que existía, sería
tan maravilloso?. Ese hombre también podría identificarse con muchos
cristianos, los cuales, de alguna manera han oído hablar de cosas grandes, o
han experimentado alguna cosa en su vida, a partir de la cual han supuesto que
tiene que haber una “perla” mucho más preciosa aún por conocer. También a estos
Dios quiere hacerles descubrir el gran tesoro que superará sobradamente
cualquier expectativa.
Una vez hemos observado las diferentes vías
por las cuales nuestros personajes (o nosotros mismos) han encontrado el
tesoro, volvamos los elementos comunes:
1. Venden todo lo
que tienen. Se
supone que con esta acción obtienen el dinero necesario para comprar lo que
tanto desean. Si lo miramos fríamente, podemos pensar que estas personas no son
prudentes. Al menos la de la perla. Desde el punto de vista económico actual,
cuando alguien compra algo de este tipo es para especular y sacar mayor
beneficio. Pero venderlo todo para quedarse con una perla.... ¿Cómo va a
subsistir si ya no tiene nada más que una perla? ¿De qué va a comer? ¿dónde va
a vivir? La parábola sólo nos dice que la compra. Es lo único que quiere. No
hay indicios de algún tipo de especulación al respecto. De hecho, lo importante
ahora es fijarnos en cómo el incalculable valor del tesoro o perla han llevado
a estos personajes a despreciar todo lo que poseen a favor del tesoro
encontrado. De manera que sus pertenencias han pasado de ser el centro de su
vida a ser objetos cuyo valor y utilidad se ponen al servicio de su nuevo
objetivo: conseguir el tesoro. Nosotros los cristianos, más o menos ricos,
debemos someter toda nuestra riqueza al único objetivo de conseguir el tesoro
del Reino de Dios. Debemos vivir con desprendimiento a las riquezas, porque no
tienen ningún valor en comparación con el Reino de Dios. Llevar a cabo de forma
literal lo que dice la parábola es algo muy personal y concreto a aquellos que
se sientan llamados a un estilo de vida en total pobreza. No obstante en este
mundo también hacen falta cristianos ricos que estén apegados a Dios y no a su
dinero, poniendo todo lo que tienen al servicio del Reino.
2. Compran. Este es otro elemento que
tienen en común, con una pequeña diferencia. El primer hombre compra un campo,
mientras que el mercader compra la perla directamente. Ambos quieren asegurarse la pertenencia del
tesoro para que nadie pueda
arrebatárselo. Es tan y tan grande y maravilloso lo que han descubierto que
tienen que hacer lo que sea para obtenerlo y conservarlo. El primero, cuando
encuentra el tesoro del campo podría cogerlo y llevárselo sin decir nada a
nadie, aunque es posible que fuera descubierto y encarcelado. De hecho, éste sí
que especula un poco, porque vuelve a esconder el tesoro y compra el campo a su
dueño, el cual no conoce la existencia del tesoro. Por tanto el precio del
terreno no contempla ese gran valor escondido, ni el dueño puede retirarlo
antes de vender el terreno. Aquí es cuando hay que recordar las palabras de
Jesús cuando decía: «Sed astutos como serpientes e inocentes como las palomas»
(Mt 10,16), y también: «a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al
que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt 25,29). ¿Quién ha descubierto
el tesoro? Aquel que trabajaba, sudaba, sufría de forma perseverante en aquel
lugar y sacaba algún tipo de fruto de su esfuerzo. El dueño del terreno
posiblemente lo miraba todo a distancia. Por tanto, ¿quién encontró el tesoro?
El que trabajó y fructificó. A este se le dará y le sobrará, al otro se le
quitará hasta lo que tiene.
Hay multitud de testimonios de personas que
han encontrado el maravilloso tesoro. Uno de ellos es el de la baronesa Trapp,
muy conocida gracias a la película Sonrisas y Lágrimas (The Sound of de Music).
Ella cuenta:
«En junio de 1971, mi hija Ágata me invitó a acompañarla a la asamblea
general anual de la Renovación Carismática de Notre Dame. La primera noche fue
maravillosa. Pero el demonio empezó a actuar en mí. Toda la jornada del sábado
estuve irritada, y todo me disgustaba. No podía ya soportar a las personas que
parecían tener tanta alegría al saludarse con un: “gloria al Señor”. Yo
pensaba: ¿Por qué no pueden decir simplemente buenos días? Y ¿Por qué son tan
felices? Todo lo tomaba por el lado malo y me escandalizaba. A la hora de cenar
quería dejar South Bend. Telefoneé a varias compañías aéreas para reservar
plaza en el primer avión que saliera de South Bend. El destino era indiferente,
con tal de poder marchar.
Esperando la partida, cené con algunos conocidos. Estaba aún en pleno
acceso de mal humor. En este momento el coronel Cavnar entró en el restaurante.
No lo conocía personalmente, pero había oído su testimonio la noche anterior y
me había impresionado profundamente. Estaba así conmovida cuando se dirigió
hacia mí y me dijo: “Jamás podré mostrarle suficientemente agradecimiento por
sus libros y por su vida. En nuestra familia los hemos leído y releído. Nos han
hecho mucho bien”. A continuación me preguntó cómo me encontraba. Respondí que
estaba profundamente desengañada. Había deseado la efusión del Espíritu, pero
no había sucedido nada. Me invitó entonces a acompañarlo al hotel con su mujer.
Buscaría voluntarios para rezar conmigo.
Estos me ayudaron a disponerme a la oración que juntos harían por mí.
Me preguntaron también si deseaba ser liberada a fin de poder orar en una nueva
dimensión, “en lenguas”. Les respondí que hablaba corrientemente inglés y
alemán: ¿no era suficiente para el Espíritu Santo? ¡Qué extraño! Estaba dispuesta
a dar mi vida al Señor si Él me la pedía, pero “hablar en lenguas” no quería ni
oírlo mencionar. No obstante, mis compañeros comenzaron la oración.
Después de la reunión me fui a la cama, un poquillo asombrada de
encontrarme como de costumbre. Pero a la mañana siguiente, tuve la clara
percepción de que Dios había empezado a actuar en mí de una manera nueva. Me
sentía inundada de un océano de amor hasta tal punto que toda la creación
parecía alegrarse. Perdoné a todos los que me habían hecho daño y les deseé de
todo corazón los mejores favores del cielo.
Esta euforia evidentemente no duró mucho. Era como una luna de miel
Pero de ella se produjeron en mi vida cristiana cambios duraderos e
importantes. En primer lugar, mis contactos con los demás se han hecho mucho
más amables, cuando estoy bajo presión en situaciones molestas o a causa de mi
familia o del número de personas que es preciso acoger. Fue el primer verano en
el que resistí tan bien mis saltos de humor a pesar del número de turistas que
vinieron a visitarnos a Stowe.
Otro cambio importante se ha operado en mí. La Biblia se me ha hecho
tan vida que parece derramar sobre mí como un río de luz.
Después de mi adhesión al movimiento de la renovación, los lectores de
mis libros podrían preguntarse qué podía aún añadirse a lo que ya poseía. Les
respondería: Antes tendíamos a la perfección con el sudor de nuestra frente,
sin apenas avanzar. Una vez “llena del Espíritu Santo” ya no soy yo ni mis esfuerzos, sino el
Espíritu y su acción quienes me hacen avanzar en la vida cristiana. Abordaría
no importa a quién en la calle, ya fuese un conductor de autobús. Le
preguntaría si ya ha recibido el Espíritu Santo. Se que soy incapaz de hacer
tal cosa, pero ardo en deseos de revelar al mundo entero el don que Dios les
reserva en su Espíritu. Deseo dar a descubrir a todos esta clase de felicidad
[...]
Sigo pensando que he sido cristiana durante toda mi vida y que el
Espíritu Santo estaba presente en mí. Pero el Señor nos tiene preparado algo
más. Uno de los momentos más preciados de mi vida fue aquel en que no sólo fui
llena del Espíritu Santo sino en el que acepté consciente y expresamente a
Jesús como mi Redentor, llena de reconocimiento por todo lo que Él había hecho
por mí en su muerte y resurrección. [...]
Gracias a la Renovación Carismática el Espíritu Santo está quitando el
velo que impide a muchos cristianos entrar en relación personal con Cristo.» (W.
Smet, Yo hago un mundo nuevo. Pág. 67-70)
Dios tiene un tesoro para ti. ¿Lo has
encontrado?
Aún habiéndolo encontrado.... ¡Hay más! No te
conformes.
Pero sobre todo que nadie te quite lo que ya tienes.
Comentarios
Publicar un comentario