DIOS, SÍ RESPONDE
«Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su
grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el
Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba
fuera en oración, a la hora del incienso.
Se le apareció el
Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle
Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: “No temas,
Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz
un hijo, a quién pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos
se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor […]”. Zacarías
dijo al ángel: “¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en
edad”. El ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y
he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a
quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque
no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán en su tiempo”». (Lc
1,8-20)
Tenemos ante
nosotros el relato bíblico de la experiencia que tubo Zacarías. Él era un
hombre piadoso con una antigua petición pendiente a Dios, cuya respuesta no
llegó hasta los días de su vejez. Seguramente, nuestro personaje había perdido
la esperanza respecto a su petición porque, humanamente, ya era imposible
esperarla. No obstante, Dios nunca se olvidó de su plegaria, como tampoco lo
hace de las nuestras. El mismo nombre de Zacarías nos lo indica con su
significado: “El Eterno recuerda”. Así es, el Dios Eterno se acuerda de
nuestras peticiones aún no respondidas. No se olvida de aquello que hemos
pedido con todo nuestro corazón. Nunca debemos perder la esperanza, ni la fe en
aquel que todo lo puede.
A partir de
este relato bíblico podemos obtener unos elementos para la meditación. Aquello
que le pasó a Zacarías le ha sucedido, o le está sucediendo a muchas personas,
por lo tanto las verdades que podamos extraer son plenamente actuales:
Observando aquella costumbre, podríamos
preguntarnos: ¿hoy en día se discrimina? Supongo que la mayoría estaremos de
acuerdo en que sí se discrimina. Los hombres tendemos a arrinconar a unos y a
ensalzar a otros. Y con demasiada facilidad “etiquetamos” a las personas según
sus apariencias y sus resultados, o según su posición en la sociedad. Y en
lugar de echar una mano al que está hundido, acabamos de hundirle. Fácilmente
salen expresiones como: “si está así por algún motivo será…”, “Si le ha pasado
esto alguna culpa tendrá…” etc…
Ahora bien, la
discriminación de los rabinos iba mucho más allá. Creían que un judío con una
esposa sin hijos no podía comunicarse con Dios debido al supuesto pecado que
había originado tal situación. La cosa se ponía muy mal para el afectado ya que
por un lado no había solución humana posible para su problema, y por otro lado
su comunicación con Dios, última esperanza, estaba bloqueada. ¿Alguien ha oído
alguna vez: y este que hace en la iglesia?...
2. Sentimiento de abandono.
Vista la situación, no sería extraño suponer que Zacarías experimentara un
sentimiento de olvido y distanciamiento por parte de Dios. A pesar de ser sacerdote
y de realizar cultos, seguramente se habría rendido y resignado ante la falta
de respuesta a su petición. Es posible que acabase por aceptar que merecía, por
algún motivo fuera de su control, su situación. A todo esto tendríamos que
sumar todas las habladurías que le tocaría aguantar al respecto.
Y nosotros, ¿nos sentimos o nos hemos sentido
abandonados por Dios en nuestras peticiones? ¿Sufrimos discriminaciones de los
demás a causa de juicios sobre nuestras situaciones? ¿Somos culpabilizados por
alguien?. Todo esto, sucede en el Mundo, y aunque parezca mentira también entre
cristianos.
3. Dios sí responde.
Volviendo a Zacarías, observamos que aquel día le tocaba entrar en el Santuario
para realizar los rituales típicos del culto judío a Dios. Él, como de
costumbre, iría hacia el lugar correspondiente, vestido con toda la indumentaria
de siempre: discriminación, abandono, olvido, resignación, conformismo, heridas
emocionales…
Pero Dios tenía
algo especial para él aquel día. La gente podía decir lo que quisiera, podía
poner las etiquetas que fueran y buscar argumentos para justificarlas, pero el
Señor todopoderoso rompe con los cánones humanos discriminatorios, no sólo
concediendo a Zacarías su petición sino también comunicándose con él a través
de un ángel, cuando se suponía que esto no podría llegar a suceder a causa de
su supuesta situación de pecado personal o intergeneracional.
Esto nos
demuestra que Dios finalmente respondió a la petición de Zacarías. Y para ello
se saltó las restricciones que algunos hombres habían establecido. No hay
barreras ni obstáculos para Dios cuando quiere realizar alguna cosa. Las
condiciones humanas, los requisitos, las trabas, etc… no son nada cuando la
misericordia y el amor de Dios quieren transformar la vida de una persona, ya
sea falsamente juzgada, o ya sea la más
pecadora del mundo. Aunque los hombres le cierren las puertas, si desde su
corazón pide auxilio a Dios con sinceridad y buena intención, el Señor
Todopoderoso romperá barreras y responderá. Dios puede hacer de las personas
arrinconadas, despreciadas, etiquetadas y prejuzgadas, grandes instrumentos
para su obra, en contra de lo que muchos puedan pensar.
Finalmente, el
ángel dijo a Zacarías: «Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo». ¡Gloria a
Dios! ¡Aquello por lo que tanto había orado finalmente se iba a cumplir!
4. Créetelo. Zacarías
llevaba muchos años pidiendo un hijo. Cuando Dios le responde con el regalo de
este hijo deseado su reacción, en lugar de ser de acción de gracias y alegría, fue
de duda. Es posible que hiciera tiempo que ya no pidiera este hijo a Dios. Es
posible que perdiera la esperanza debido a su edad y a la de su mujer, y que
hubiera aceptado su situación. Y lo peor de todo, los falsos argumentos de sus
contemporáneos habrían moldeado su mente y condicionado su fe. De manera que
cuando Dios le regala el milagro no acaba de creérselo. Los argumentos erróneos
de su mente le hacen dudar. A nosotros también podría pasarnos algo parecido.
Por nuestra mente pueden pasar ideas como: “esto no es posible”, “No es para
mí”, “Dios ya no hace milagros”, “yo no soy digno”, “esto es demasiado difícil
para que se arregle”, “ya es demasiado tarde”… No dudes, créetelo cuando lo
recibas. Podríamos analizar las consecuencias de la falta de fe… quizás otro
día.
Hay tres
elementos imprescindibles ante una petición: fe, esperanza e insistencia.
a. No debemos perder nunca la fe en Dios. Para Él nada es imposible.
b. Siempre debemos esperar la respuesta de Dios. Puede ser que a veces
no sea exactamente como lo hemos pedido, porque quizás no sea lo que nos
conviene. También puede tardar tiempo en llegar. Dios tiene su tiempo que no
siempre coincide con nuestra impaciencia. Confiemos en los medios y el tiempo
de Dios. No hagamos caso de lo que dice la gente cuando critican o nos inundan
con argumentos contrarios a la Palabra de Dios, o manipulaciones.
c. Finalmente, no desfallezcamos en la insistencia hasta que veamos
resultados.
Y cuando Dios nos regale el milagro no seamos
necios y creamos. Dios es misericordioso y responderá. Si nos fijamos en el
hijo de Zacarías, ¿Qué nombre dijo el ángel que debía tener?: Juan. ¿Y qué
significa?: “Dios es misericordioso”. ¡¡¡Gloria a Dios!!!
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