OBSTÁCULOS DE LA ORACIÓN




        Decía San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti». Y, ¿cómo podemos descansar en Dios? Sencillamente, mediante la oración en sus diferentes modalidades, y especialmente por los sacramentos y la adoración. Pero, aunque las palabras de San Agustín son ciertas, la realidad nos dice que nuestro camino hacia Dios por medio de la oración no es tan fácil como se supone que debería de ser. Aun sabiendo y habiendo experimentado el gozo, la paz y la felicidad en los encuentros con Dios, parece ser que nos cuesta ser fieles al llamado de la oración. ¿Por qué sucede esto si nuestro ser anhela encontrarse amorosamente con el Creador? Tener una cita diaria con Dios y tenerlo siempre presente durante el día, ¿no tendría que ser lo más normal y prioritario, ya que es lo único que realmente llena nuestra vida? Si una cosa nos satisface, nos llena, produce felicidad, paz, gozo, alegría, y multitud de buenas experiencias, lo más lógico es que tendamos a repetirlo tantas veces como podamos. ¿Por qué cuesta tanto que esta lógica se cumpla con la oración? Precisamente porque existen unos obstáculos materiales y espirituales que nos dificultan el hábito de la oración, pudiendo llegar a ahogar cualquier tentativa de relación con Dios. La oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración. Vamos a tratar estos obstáculos:

1. Conceptos erróneos sobre la oración. Puede ocurrir que estemos realizando alguna cosa parecida a la oración. Sin embargo puede tratarse de prácticas incompletas o inadecuadas. Por ejemplo, algunas prácticas incompletas que por sí solas no son oración, aunque pueden formar parte de una oración completa, son: meditar sobre una Palabra de la Biblia, imaginarse algún suceso de la vida de Jesús, Sentir una emoción pasajera, repetir oraciones memorizadas. Por otra parte, algunas cosas inadecuadas para la oración cristiana son: técnicas psicológicas de concentración o meditación, la búsqueda de un vacío mental, meditaciones orientales no cristianas (Zen, Yoga, Meditación Transcendental, cultos a cosas de la creación, viajes astrales, y todo lo relacionado con ocultismo y contacto con difuntos). Aquellos que practican la oración de forma errónea ignoran que viene del Espíritu Santo, en colaboración con la persona. No se trata de una técnica inventada por el hombre para conseguir unos beneficios espirituales únicamente con su esfuerzo. Aunque sí es bueno tener en cuenta el consejo de los experimentados en la oración para estructurar adecuadamente el tiempo que le dedicamos. La oración es un don de Dios que a su vez requiere una respuesta decidida por nuestra parte. Pero, si Dios no está, sólo queda el hombre. Entonces ya no es oración.

2. Mentalidad del mundo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: «tenemos que hacer frente a mentalidades de “este mundo” que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero sería sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquí que la oración es “amor de la Belleza absoluta” [philocalía], y sólo se deja cautivar por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por reacción contra el activismo, se da otra mentalidad según la cual la oración es vista como posibilidad de huir de este mundo (pero la oración cristiana no puede escaparse de la historia ni divorciarse de la vida)» (CIC 2727). Se ha dicho que la oración impide al cristiano comprometerse totalmente en favor del hombre, especialmente del marginado. Se trata de una visión horizontalista que se fija solamente en el hombre perdiendo la perspectiva de Dios. Se ha glorificado el activismo y se ha considerado la oración como algo inútil y ya superado.

3. Falta de fe. A esta falta de fe podríamos adjuntar la falta de confianza. Ciertamente, si no se tiene fe, no se va a orar. Al menos al verdadero Dios. Pero también un creyente cristiano puede tener una fe muy pobre. De manera que cuando se pone a orar, se acuerda de mil cosas pendientes, empleándose o pensando en ellas antes que dedicarse a la oración, en lugar de creer que Dios se ocupará de todo lo suyo mientras ora. Se trata de tener una excesiva preocupación por las cosas de este mundo, hasta llegar al extremo de creer que si no lo hago yo mismo no se hace bien, o no se hace. Jesús nos dice: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Así que, con toda seguridad, la persona que no cree que Dios se va a ocupar de sus cosas cuando ora, y por tanto no confía, su trabajo no será fructífero porque Dios no está involucrado. ¿Alguien se acuerda de Lc 12,22-31? Aquí lo tienes por si quieres refrescar la memoria: «Dijo a sus discípulos: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe añadir un codo a la medida de su vida? Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás? Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de eso. Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura».

4. Sequedad. La sequedad forma parte del proceso de crecimiento de la oración. Habrá tiempos de sequedad permitidos por Dios para nuestro crecimiento espiritual. Es el momento en que la fe es más pura y se mantiene junto a Jesús a pesar de no sentir gozo o respuesta. Los periodos de sequedad superados nos hacen crecer espiritualmente. Pero a veces algunos no superan la prueba y dejan la oración. Normalmente esto sucede cuando la fe no tiene raíz porque la Palabra ha caído sobre roca, por lo que no hay éxito en el combate.

5. Acedia. También podríamos llamarlo desidia, pereza, desgana, o cierta negligencia o dejadez provocado por algún hecho que ha podido causar una cierta envidia, rechazo, odio, decepción, etc... Se trataría de una aspereza o falta de apertura a Dios a causa del relajamiento del esfuerzo, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón permitiendo cosas malas. Esta acedia o desgana puede estar causada por un desaliento, consecuencia de no haber obtenido los resultados deseados en algún proyecto o por no recibir de Dios la respuesta deseada a una petición. Normalmente esto va muy unido a la presunción y orgullo. Cuando los planes no salen como uno quiere, hay enfados y decepciones. Estas cosas facilitan el relajamiento, abandono, desgana, etc… Pero si uno es humilde el fracaso o la falta de respuesta  no le afectan porque conoce su miseria y confía en la sabiduría de Dios. La reacción del humilde ante el fracaso o silencio de Dios no es la acedia sino mayor confianza y abandono en Dios, junto con una mayor constancia en la lucha.

6. Pecado. Partiendo de la base que donde hay pecado no puede estar Dios, podemos entender que una oración hecha por un pecador no arrepentido no puede dar muchos frutos. El pecado nos separa de Dios, pero esta separación debe ser eliminada rápidamente mediante el sacramento de la reconciliación. Si no acudimos al Señor para ser restaurados, el pecado nos irá bloqueando y enfriando hasta dejar la oración. Ya sea porque no nos sentimos dignos de estar con Dios, ya sea porque con el pecado intervienen sus aliados: la pereza, el desánimo, sequedad (no como prueba de Dios sino como separación a causa del pecado), etc… No hay que dejar que el pecado se enquiste en nosotros. Cuando aparece el pecado hay que acudir a Jesús, quien lo ha clavado en la Cruz, para que haga de nosotros una nueva creación.

7. Ruido y distracción. El momento actual, con todo su ruido, es poco propicio para la oración. Para orar se requiere silencio interior y es aconsejable también el exterior. Normalmente es más difícil conseguir el silencio interior que el exterior. El hombre está bombardeado constantemente por las noticias, los comentarios, la música, las imágenes de todo tipo en el cine, la televisión, las revistas, etc… A esto le sumamos los problemas propios de cada uno o quehaceres pendientes. La tecnología ha permitido que las personas se relacionen mucho más entre ellas que antiguamente. Están de moda las reuniones, los viajes, los trabajos en equipo, y sobre todo, la comunicación on-line por internet. A parte de que algunas de estas cosas pueden causar adicción, aportan una cantidad de información que llena nuestro cerebro con multitud de pensamientos, preocupaciones, ocupaciones, etc… Y cuando vamos a la oración, este ruido no desaparece. Por una parte nos falta concentración y atino en la forma de hacer la oración, y por otra parte el Espíritu Santo por mucho que llame no llegamos a escucharlo debido a tanto ruido. Esta situación continuada llega a minar el compromiso de orar con el peligro de dejarnos llevar por el ruido, con sus atracciones y distracciones (TV, libros, revistas y periódicos, internet, contactos con amigos, reuniones, problemas personales, etc..) y abandonar la oración.

8. Ocupaciones. En el inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hemos visto en el punto 2 que el mundo intenta inculcarnos sus criterios pro-activismo y en el punto 3 cómo las ocupaciones están también relacionadas con la falta de fe, pero ahora no se trata de esto, sino del engaño de creer que la oración es innecesaria, incluso una pérdida de tiempo ante tantas cosas que hace falta hacer. Cristianos con muy buena fe y mucha manipulación afirman que consideran sus ocupaciones como oración, por lo cual no es necesario ese tiempo de reposo junto a Dios. A parte de presunción, autosuficiencia, ignorancia, etc… estas personas están equivocadas y engañadas o auto-engañadas. Todo es oración cuando todo nace de la oración, pero si en el origen de nuestras acciones no está la oración a solas con Dios (sin excluir la comunitaria), nada de lo que hagamos puede considerarse tal cosa. Si no hemos hablado con Dios, ni le hemos preguntado que debemos de hacer, ni si andamos bien, ni le hemos alabado ni dado gracias, etc… ¿cómo sabemos si lo que hacemos le agrada? ¿si es el lugar dónde Dios nos quiere o es el lugar donde nos auto-realizamos? ¿Servimos a Dios o a nuestro ego? ¿Por qué no se lo preguntamos?

9. Evasión de la verdad. Como la oración es un encuentro personal con Dios para oírlo y para hablarle, y esto implica exponernos a escuchar correcciones incómodas, a veces alguien puede eludir o aplazar este encuentro porque su conducta no es evangélica ni sus pensamientos son puros. Esta fue la actitud de Adán y Eva cuando pecaron. Seguramente no querían oír la reprimenda de Dios y se escondieron. Tarde o temprano nos encontraremos con Él, por mucho que lo esquivemos. Mejor ir con arrepentimiento y humildad, y no que venga a decirnos que estamos expulsados del paraíso. Cristo tiene que decirnos, a veces, cosas duras, pero muy útiles para nuestra conversión y crecimiento espiritual. Mejor que nos diga “Apártate de mí Satanás” como dijo a Pedro, y recapacitemos, nos convirtamos y seamos más fuertes en la fe, que permanecer en el engaño y perdernos.

10. Diablo. Si a alguien no le interesa que oremos es al Diablo. Él tiene como aliados al mundo y la carne. En estos aliados tiene muchos instrumentos y súbditos que colaboran para alejarnos de Dios. Conoce bien las debilidades del hombre y los puntos débiles de cada uno. Utilizará todo su arsenal para apartarnos de la oración y alejarnos de Dios, para así podernos esclavizar y destruirnos. Pero si nos mantenemos fieles a la oración «en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Jesús)» (Rm 8,37), porque sabemos que «la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados» (St 5,15). Y por supuesto: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fl 4,13).

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