JESÚS PASABA DE LARGO



               

                Alguna vez, ¿alguien no ha tenido la sensación de que Jesús pase de largo de sus problemas?. A veces uno se encuentra en un momento difícil de su vida y parece que Dios haya desaparecido, y ante estas situaciones el cristiano se pregunta ¿Cómo es posible que cuando más necesito al Señor, Él no aparece?. Realmente, de la misma manera que a veces Dios nos sorprende con sus acciones, en ocasiones nos desconcierta, porque no entendemos su manera de obrar. O al menos no coincide con lo que nosotros, los hombres, haríamos siguiendo nuestra lógica.

                Relacionado con esto, vamos a analizar lo que les sucedió a los discípulos de Jesús en una ocasión. En el Evangelio de San Marcos (Mc 6,45-52) encontramos un fragmento donde Jesús manda a sus discípulos subir a la barca y atravesar el lago Tiberiades, en dirección a Betsaida. En este envío encontramos varios detalles importantes:

1. Jesús no subió a la barca. Jesús se quedó despidiendo a la gente, y cuando finalmente estaba solo se fue al monte a orar. (cf. Mc 6,45-46)

2. Los discípulos luchaban contra las inclemencias del tiempo. Tenían el viento en contra y estaban fatigados. Pasaban verdaderos apuros. Alguna traducción bíblica dice que “estaban sufriendo remando” (cf. Mc 6,48).

3. Jesús quería pasar de largo. Una vez Jesús acabó de hablar con el Padre, y viendo a los discípulos en dificultades, decidió ir hacia ellos. Pero en lugar de abordar la embarcación y anunciarse para dar tranquilidad, apareció en la distancia como queriendo pasar de largo. Los discípulos al verle creyeron que era un fantasma y empezaron a chillar de miedo (cf. Mc 6,48-49).

                Visto de esta manera, parece que Jesús envió a sus discípulos a una prueba y cuando más le necesitaban, miró la escena desde la distancia pretendiendo pasar de largo.

                Todo esto nos puede conducir a las siguientes conclusiones: Nosotros podemos habernos embarcado en algunas cosas, ya sea porque creíamos que era la mejor decisión, porque parecía el mejor camino a seguir, porque realmente éramos conscientes de que Dios nos pedía eso, o lo sentíamos en el corazón, etc. Una vez embarcados, al principio las cosas pueden ir más o menos bien, pero de repente aparecen las dificultades. Estas pueden llegar a hacernos sufrir, e incluso a poner en peligro el viaje provocando un hundimiento. Y con todo podemos llegar a preguntarnos, ¿por qué Jesús no viene en nuestra ayuda?, y más aún, ¿por qué parece pasar de largo cuando más le necesitamos?.

Si alguno de los que están leyendo estas palabras se encuentra en una situación difícil de la cual Dios parece pasar de largo, le animo a que tenga en cuenta también los siguientes puntos:

1. Jesús no subió a la barca, pero estaba pendiente de ella. Desde el monte, Jesús vio que sus discípulos estaban remando y sufriendo para poder avanzar en contra del viento. Por tanto, Jesús, aunque distante, estaba pendiente de lo que sucedía. No los había abandonado a su suerte. Aunque ellos no se dieran cuenta, Dios estaba pendiente de ellos. Por tanto, Hermano o hermana, el Señor siempre conoce tu situación, no te ha abandonado aunque lo parezca. Sabe que estás luchando y conoce la dureza de la tempestad.

2. Cuando vio que sus discípulos estaban sufriendo, finalizó su oración y fue hacia ellos. Es posible que los discípulos estuvieran pensando en qué lío los había metido el Maestro. Pero su problema no era ajeno a Jesús, quien cuidaba de sus ovejas. Por eso, aunque seguramente estaría en un momento muy hermoso de comunicación con el Padre, llegado el momento oportuno se levantó y decidió hacer algo para tranquilizar a los discípulos y mostrarles que no estaban abandonados, que Él siempre estaba pendiente de ellos.

3. Se acercó a la barca, aunque parecía que quería pasar de largo. En lugar de ir corriendo hacia la barca, subir y realizar un rápido milagro, Jesús caminaba sobre las aguas a una cierta distancia, y además parecía que quería pasar de largo. ¿Por qué actuaría de esta manera?. Si recapitulamos un poco, observamos que antes de este hecho se había producido el gran y espectacular milagro de la multiplicación de los panes y peces. ¿Qué quiero decir con esto? Pues, que los discípulos deberían haber asimilado que para Dios nada era imposible. Jesús lo puede todo, sea lo que sea. Así pues, Jesús se acercó caminando sobre las aguas y los discípulos en lugar de reconocerle se asustaron creyendo que era un fantasma. ¿Tan ofuscados estaban?. Es posible que Jesús pensara: “cuando me vean se tranquilizarán porque sabrán que estoy allí y que si estoy con ellos nada podrá sucederles”. Pero, aún habiendo acabado de presenciar un gran milagro, ahora, en medio de las dificultades, se han olvidado del poder de Dios y están tan absorbidos por el problema actual que ni si quiera son capaces de reconocer la cercana presencia de Jesús. ¿Dónde está su fe?. Esto también puede sucedernos a nosotros. Y de hecho sucede. Cuando estamos inmersos en un problema, nos olvidamos de Dios y queremos luchar con nuestras fuerzas para salir del atolladero. Y lo cierto e indudable es que Dios viene y no se olvida de nosotros en estas duras circunstancias, pero estamos tan centrados en el problema que somos incapaces de reconocerlo.

4. Jesús habló a sus discípulos para tranquilizarlos. Se dio cuenta de que no habían entendido nada. ¡Cuántas veces no habremos entendido nada! Pero Dios, no se enfada, ni se molesta, como podríamos hacer nosotros con un alumno torpe que “no se entera” repetidamente. Su amor le lleva a actuar directamente para controlar la situación y así cuidar de los suyos. Por este motivo, en medio del pánico generalizado, Jesús dice: “Tranquilizaos!, Soy yo. No tengáis miedo” (Mc 6,50b). Lo mismo sucede en nuestras vidas. Dios viene y actúa de alguna manera para reconducirnos. Sus métodos pueden ser muy variados y a veces no gustarnos. Pero, si no hemos sido capaces de reconocer su presencia y su Palabra de otra manera, será necesaria una actuación directa para evitar daños mayores.

5. Jesús subió a la barca y el viento se paró. Esta vez, Jesús volvió a hacer un gran milagro controlando las fuerzas de la naturaleza. ¡Espectacular! Pero sus discípulos estaban totalmente desconcertados porque no habían entendido lo de los panes y los peces (cf. Mc 6,51), y seguramente tampoco esto último. El pasaje bíblico acaba diciendo: “tenían el corazón endurecido” (Mc 6,52). Hermano o hermana, pido a Dios que cambie nuestro corazón y lo sane de todas aquellas heridas que lo hayan endurecido para que sepamos acogerle y reconocer su presencia, así como alabarle y glorificarle por todas las maravillas que hace.

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