"Cantaré las grandes cosas que tú, Señor, has hecho" (Sal 71,16)
A los cristianos nos han enseñado que Dios es omnipotente,
es decir, todopoderoso. Dicho de otra manera, nada es imposible para Dios. Por
tanto, si nos preguntaran, ¿Quién ha creado el Universo?, responderíamos: Dios.
¿Quién ha hecho los cielos, la Tierra y todo lo que hay en ellos?: Dios. ¿Quién
hacía milagros?: Dios-Jesús. Podríamos seguir con más preguntas parecidas.
Ahora bien, la conclusión es que el Señor ha hecho grandes cosas y las
generaciones han ido transmitiendo la noticia hasta llegarnos a nosotros. Por
gracia de Dios, hemos escuchado el mensaje, lo hemos creído y quizás hayamos
llegado a transmitirlo. De hecho, muchas personas se dedican a enseñar cosas de
Dios, recogidas en aquello que llamamos Teología, homilías, charlas, enseñanzas,
etc…
Mayoritariamente, cuando se habla de las proezas de Dios, aparecen
acontecimientos lejanos, ya sea en el tiempo o en el espacio. Cosas que pasaron
hace años o siglos, y además a alguien que ni tan solo hemos llegado a conocer
personalmente. Ahora bien, no todo el
mundo habla de lo que ha escuchado, sino también de lo que ha experimentado
personalmente. El salmista, seguramente el rey David, no se refería a teoría
pasada, sino a la experiencia personal del poder de Dios manifestado en su vida
cuando escribió las palabras del versículo 18: “Dios mío, no me abandones aun
cuando ya esté yo viejo y canoso, pues aún tengo que hablar de tu gran poder a
esta generación y a las futuras”.
Aunque, Mayoritariamente, cuando alguien habla de obras
poderosas de Dios se refiere a teoría escrita, existen personas que
experimentan el poder de Dios y viven la grandeza de las obras del Señor. Lo
cual les lleva a la necesidad de transmitirlo para beneficio espiritual de los
demás, quienes, gracias al testimonio, pueden llegar también a conocer y
experimentar la salvación y el poder de Dios.
El rey David seguramente deseaba convencer a los demás de la
certeza de la existencia de un Dios todopoderoso que había obrado en su vida y
que por tanto también podía hacerlo en la de otros. Ardía en su corazón un celo
por dar testimonio y convencer. Se ve que quiere insistir más y más porque… es
verdad, lo he vivido, créelo…
Bien, de hecho, yo mismo, hasta ahora también me estoy
refiriendo a algo lejano en el tiempo y en el espacio. Así que, para no
contradecirme, vamos al siglo XXI. ¿Continúa obrando Dios poderosa y
sobrenaturalmente? Si ahora estuviéramos en una reunión me gustaría preguntar
si alguien puede dar un testimonio personal del poder de Dios en su vida. Pero
algo ¡todopoderoso, inexplicable y sobrenatural! ¿Tienes algo real? Gloria a
Dios; ¿solo tienes teoría?, no te conformes.
Jesús dijo a sus discípulos: “estas señales acompañarán a
los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas;
cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán
las manos sobre los enfermos, y los sanarán” (Mc 15,17-18). Dios dice que hará
maravillas, milagros, obras poderosas, por medio de aquellos que crean en Él. ¿Alguien
observa algún límite de tiempo o espacio en sus palabras?.
Podría hablar de lo que otros me han contado, y sería
verídico. Pero ahora voy a contar algo real que he vivido:
Hace unos meses, en una reunión de un movimiento (en el cual
se supone que las personas creen en el poder de Dios y en su manifestación
plenamente actual mediante sanaciones y milagros), organizando un retiro me di
cuenta que sucedía algo raro en relación a la experiencia del poder de Dios.
Así pues, pregunté a los hermanos si alguien había visto o experimentado de
forma directa alguna sanación u obra poderosa. No me caí al suelo, porque
estaba bien sentado, cuando todos declararon que nunca habían sido testimonio
directo de algo realmente extraordinario. Todo lo que conocían había sucedido
en el pasado y lejos. Entonces, dije: Dios continúa haciendo milagros y les voy
a explicar algo. Cuando tenía unos 10 años de edad, se hospedaron en mi casa
(por aquellos años vivía en Madrid, España), un matrimonio de predicadores
argentinos (Federico y Laura). Un día, estaban en oración con mis padres y
pensaron que podrían orar por mi hermano y por mí. Así que me sentaron en una
silla y empezaron a orar. Yo, enfadado porque habían interrumpido mis juegos,
miraba qué hacían. Uno de ellos pidió que extendieran mis piernas para
comprobar si eran igual de largas. ¡Sorpresa! tenía una pierna más corta que la
otra. Se veía claramente. Así que empezaron a orar, mientras yo miraba
expectantemente. Pero lo mejor de todo fue cuando sentí un suave calambre recorriendo
la pierna más corta, la cual se alargó hasta igualarse con la otra de forma
claramente visible. Este es un pequeño ejemplo de mi experiencia personal, no
el único. Además seguro que muchas personas podrían dar grandes testimonios.
La realidad demuestra que Dios continúa haciendo milagros
hoy en día a través de muchos cristianos, gracias a la acción de su Espíritu
Santo. ¿Tú eres cristiano/a? entonces puedes ser un poderoso instrumento del
Señor. Entrégale tu corazón y tu vida, deja que te transforme, que te purifique
y abandónate en sus manos. Busca la voluntad de Dios e intenta amarle con todas
tus fuerzas. Y sobre todo cree. Ten fe y no te dejes engañar por los
conformistas. Desea siempre más, porque Dios es infinito, siempre tiene algo
nuevo y/o superior para darte.
Resulta fácil encontrar argumentos como los siguientes: Los
milagros son cosas del pasado, se limitan a Jesús y sus apóstoles, sólo suceden
el lugares especiales, únicamente los grandes santos los pueden realizar, o hay
que buscar algún pastor, sacerdote, o consagrado para que ore por los enfermos,
etc... Respecto a todo esto, la Palabra de Dios dice: “Os aseguro que el que
cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más
grandes” (Jn 14, 12). De manera que Dios reparte distintos dones entre sus
discípulos, ya sean primitivos o actuales. Y entre ellos están el de sanar
enfermos y el poder de hacer milagros (cf. 1Co 12), para provecho de todos. No
todos reciben lo mismo, sino que es el Espíritu Santo quien reparte como quiere
y a quien quiere. Fuera de los sacramentos que únicamente pueden ser
administrados por los ministros ordenados, los demás dones o carismas pueden
ser recibidos y puestos en práctica por cualquier cristiano.
De todas formas, y refiriéndome a lo que dijo el Papa
Francisco el día 22 de enero de 2015, “lo más importante no es la gracia de una
curación física, sino el hecho de que Jesús nos salva e intercede por
nosotros”. Realmente, todo tipo de sanación durante la vida presente es un
signo del poder de Dios. Y todo lo que recibimos de Dios sirve para nuestro
bien espiritual y el de los demás, buscando siempre nuestra salvación, que es
lo realmente importante. Las acciones sobrenaturales de Dios son importantes y
deberían ser más normales de lo que son, pero no debe convertirse en una
obsesión. Lo más necesario es aceptar a Jesús como Señor de nuestras vidas y
dejarse transformar por su Espíritu para que nos lleve junto a él cuando
dejemos este mundo. Porque si solo buscamos los signos pero no nos convertimos
a Dios, de nada nos sirven. Ahora bien, que esto no sirva de excusa para decir
que no son necesarios. Con milagros o sin ellos, nuestro deber es dar gloria a
Dios en todo.
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